Muchos tenemos la imagen de que optimistas son quienes ven todo color de rosa, los vasos medio llenos, y jamás se fijan en lo que está mal.

Sin embargo, el optimismo no es fugarte de la realidad, sino tener una actitud positiva, es decir, tener esperanza, creer en buscar soluciones y resolver problemas, además de saber que mereces ser feliz encontrar la felicidad en lo que te pasa, en lo que haces y en tus relaciones.

No se trata de que lo bueno pasa gracias a ti y lo malo es por un motivo externo.

Ser optimista se trata de pensar que los problemas son retos que superar, los fracasos son oportunidades para aprender y las circunstancias nos permiten ejercitar nuestra capacidad de decisión.


El pesimista es hábil para encontrar lo malo en las situaciones, o cual tiene un use practico, pero interfiere con su proceso interno de felicidad si es incapaz de ver lo bueno. Un ejemplo sería cuando alguien tiene un accidente de coche, se agobia por la pérdida material, el papeleo que implicara y el tiempo que pasara sin auto, pero no se percata de que él salió sin un rasguño.

Ser realista te permite valorar las situaciones objetivamente. Sólo que a veces las situaciones son tan malas que te paralizas, de ahí que una dosis de optimismo te venga bien, porque es mejor tener la esperanza y moverte hacia la resolución que quedarte quieto o creer que jamás se arreglaran.